Rox -not so- personal life

17.4.06

Semana Santa

Por fin se acabó

Supongo que nuestros antepasados nunca tuvieron dilemas sobre qué hacer en la Semana Santa. Eran días de mucho calor. El jueves iban a visitar monumentos, el viernes se verían de negro y las mujeres pasaban el día en la iglesia, oyendo sermones larguísimos, entre miasmas, el sábado tronaban judas y el domingo iban a misa. Eran días aburridos pero ordenados. Quietos, porque, según narraciones antiguas y piadosas, ni los burros movían las orejas. Según las mismas fuentes, las almas de los muertos en viernes santo quedaban flotando veinticuatro horas antes de entrar en la Gloria.

Pero lo que me interesa por el momento no es la controversia teológica sino la transformación de las costumbres. La única que se han conservado intacta es la de no hacer nada útil. Todas las demás han cambiado, hasta la de los judas, porque nadie se va a preocupar de tronarlos a la medianoche, que es hora en la que la gente está borracha, dormida o cantando en la iglesia.
Como durante toda la cuaresma los sacerdotes pedían a los fieles mortificación, los días santos eran pésimos para los espectáculos. Los teatros cerraban, los cines exhibían películas sobre la vida de Cristo, la de San Luis gonzaga o de perdida, Nerón y Popea contra los cristianos. Eran siempre películas viejas, porque los nuevos estrenos se quedan para el sábado de gloria.

Pero la cosa ha cambiado mucho desde el año en que alguien descubrió que los dias santos, precisamente, eran perfectos para pasarlos en Acapulco. Aunque probablemente esto no fue un descubrimiento, sino un fenómeno fatal debido al crecimiento económico del país. El caso es que durante una época ya muy lejana, los ricos se iban a Acapulco y los pobres se quedaban refunfuñando por la putrefacción de las costumbres.

El siguiente paso del proceso consistió en que el que podía se iba fuera de México y el que no, a Chapultepec. Como los que salían regresaban contando historias horribles de noches pasadas en la playa, entre coches estacionados, moscos y niños llorando, las personas de cerebro despejado y medios holgados empezaron a decir.:
-Yo, la semana santa, en mi casa. Es preciosa la ciudad de México. No hay ni un alma.
Lo que acaba de pasar es la demostración de que esto ya no es cierto.

El jueves llegaron a mi casa noticias alarmantes. Alguien se pasó dos horas tratando de cruzar la plaza de Coyoacán. Había un conflicto de tránsito debido a que los que andaban visitando monumentos se quedaron a tomar helados. Alguien llegó de humor negro, después de hora y media de cola infructuosa para entrar en un cine a ver Bambi.
-No hay nada que hacer- dijo esta persona- Todo el que no está en Acapulco está en Bambi.

Pero igual que Acapulco y que Bambi, estaba la plaza de Coyoacón, Butch Cassidy, Chapultepec, La Catedral, la Villa, La Marquesa, Cuernavaca, Barra de Navidad y probablemente, hasta Los Mochis. ¿Como es posible? ¿De donde sale tanta gente?

Y aqui llegamos al punto más triste de este razonamiento. En esta ciudad todos cabemos, aunque sea con incomodidades, pero cabemos, mientras todos estemos trabajando. Pero en el momento en que se suspende el trabajo, la ciudad se derrama. Si la ciudad sigue creciendo, va a llegar un dían en que será necesario que los días de asueto los pasemos bajo el efecto de nembutales.

Creo vislumbrar la Semana Santa del futuro. Cada quien en su cama, en un sopor, las calles desiertas, los comercios cerrados, las iglesias vacías, si hay burros no moverán las orejas. El unico movimiento serán las tolvaneras. No es mala perspectiva, ¿verdad?

Jorge Ibargüengoitia 31-marzo-1970.

26 años después, la cosa no ha cambiado mucho. Asi que, ¿Para que escribir de mi semana chilanga, si Ibargüengoitia ya lo hizo y mejor?. En mi caso, solo le agregaría mi alergia a la contaminación/altura/chilangos que me atacaba hasta las 12 del medio dia y desde las 7 de la tarde.